"Se fueron con septiembre tus ganas de mí"...
Hace poco más de un año escuché esta frase por primera vez, y aunque me resultó obsoleta, comprendí que bien marcaba mi vida. No, no voy a decir que a algún flaquito septiembre se le llevó toda aquella paciencia que le quedaba respecto de mí, porque sinceramente (y estoy siendo demasiado sincera), no me hubiera importado, ni en ese momento ni ahora...
Pero verán: cuando escuche dicha frase inmediatamente pensé en todos aquellos muchachos a los que al terminarse los meses mágicamente se me iban las ganas de andar con ellos. Y pensé en él, que al terminar septiembre "empezamos" (nunca empezamos, quiero aclarar), y que poco bastó para que se me fueran dichas ganas. No, no se las llevo este mes, si no más bien Octubre. Tal vez pensé en él porque había sido el último para ese entonces, y tal vez (y siento fuertemente que este motivo es el principal) porque fui demasiado maldita con él. Tal vez no le haya importado, tal vez haya sido una más, tal vez estas palabras sean absurdas, pero siento que jamás debería perdonarme haberlo perdido (mentira, porque jamás lo tuve). Él era (¿cómo decirlo?) ¿el indicado?. En fin, más allá de todo lo que yo pueda decir, la verdad es que esta frase pareciera escrita para mí, para él, para nosotros; para ese corto mes que fue (y sin exagerar) la gloria.
Hoy se acaba de ir septiembre (aclaro que no sé qué hora va a figurar en el blog cuando se publique esta entrada, pero ahora que la escribo el reloj marca las 12:45 am, y se que adelanta tan sólo 5 minutos). No quiero mentir ni volverme tediosa, pero se que también se me van algunas ganas, y llegan otras nuevas. Ganas de algún muchacho mayor que no me comprenda pero aún así no le importe (amarme), y ganas de dejar en el olvido a aquél inmaduro que poco sabe de quererme. No quiero despedirme de nada, si no más bien alegrarme, porque siempre hay que estar predispuestos a recibir cosas nuevas...
No sé como cerrar esta entrada, por lo tanto me despido de todas formas.
Adiós.